Se encontraba el día después del terrible asesinato, dónde, él le arrebató la vida a su esposa; el asesino se dirigió hacia el “pub” en donde se encontró a esa bestia que era el gato.
Mientras se emborrachaba con ginebra el asesino, observaba
victorioso a los devotos borrachos, se dirigió uno de estos a la barra donde se
codeaba con el abominable asesino y le preguntó:
-¿De veras crees que esto acabaría así?- (Autor)
Continuando con su calmada conciencia:-No sé a qué se refiere usted-contestó. (Asesino)
-Debería conocer al autor del que parte su personalidad
tormentosa que conformaba completamente la suya, que en diferencia solo es una
de las pequeñas partes de la mía, sin embargo, yo la transformé en arte
encontrando mi consuelo. Y tú lo encuentras en la bebida, y a violencia.-reprochó.
(Autor)
-E…entiendo.-dijo el asesino, con un movimiento continuo en
su copa que temblaba.
-Antes de que me lo pregunte dígale que sé lo que hizo, y
ver que tras monstruoso acto no sienta el mínimo remordimiento o tormento es repugnante.-añadió.
(Autor)
-¿Quién diablos es usted?, y como sabe de mi acto inhumano.-
(Asesino)
-Podría alegrarme por ese sentimiento de culpa, pero no lo haré;
en fin, yo soy el autor de esta historia- (Autor)
-Está usted loco, y no entiendo que quiere…-dijo el asesino.
Le interrumpió el autor: -Te lo haré entender.-
Estuvieron hablando como si fuesen buenos amigos que desde
hace años no se veían y comienzan a contarse todo aquello que hicieron en esos
años, sin embargo, descubren que son muy parecidos. Asesino y juez se
encuentran afuera del “pub” ya que este cerró.
Durante esta conversación el autor le explica al asesino que
este se encuentra en un relato ficticio producto de la imaginación del autor y
que su personalidad violenta y atormentada, es un ápice de la personalidad de
autor; por lo que asesino y autor son casi la misma persona.
-Veo que nuestra despedida será pronta por lo que le dije,
así que le recomiendo que para calmar su conciencia entregarse a un policía.-continuó
el autor.
-Sí, me encuentro cansado, pero porque razón me entregaría
si mi asesinato ha resultado fortuito y perfecto, en efecto el asesinato perfecto
es el cual yo he perpetrado.- dijo el asesino.
-Créame que eso no existe, todos sus actos tienen
consecuencia, y pronto pagará por ello.- le dijo con condescendencia.
-¿Usted cree?- preguntó el asesino.
-En efecto, además si no lo hace yo mismo lo llevaré ya que
parte de sus actos son los míos, me explico…usted es parte de mí por lo que se
me podría considerar cómplice, y así yo calmaría mi propia conciencia; lo
siento por usted pero es lo correcto.-
-Cree que habla con un maniaco que conforma parte de su
persona, ¿no piensa en que no me costaría nada cometer otro asesinato?- amenazó
el asesino.
Con tranquilidad respondió el autor: -Yo solo te quería
ayudar; pero veo que no tengo mayor elección.-
A gritos añadió: -Agentes, ayúdenme.-
Aparecieron cuatro policías armados, antes de que ni el
autor ni el asesino pudiesen reaccionar.
-¿Me habéis delatado?- preguntó el asesino.
-Por supuesto, no me podía fiar de que me fueses a obedecer.-
le contestó.
Los policías estaban ya esposando al asesino y acabaron por
llevar a este a comisaría; el autor finalmente se dirigía hacia su hogar con
arrepentimiento de que su “igual” acabase en prisión, pero sabiendo que había
hecho lo correcto.
Entonces pensó en descansar para que mañana les revelase a los
guardias el cuerpo del delito.